Histórica
nación amiga de Rusia, al contrario que Ucrania y su eterna vocación
pro-Occidente, Bielorrusia es hoy en día la viva imagen de la Europa más
comunista, conservadora y de arraigadas raíces prorrusas que la convierten, sin
embargo, en todo un país por descubrir y alejada a su vez de los grandes
circuitos turísticos internacionales.
Sin
embargo, en este país se encuentra muchos atractivos y sorpresas que merecen la
pena descubrir. Inmensos lagos, eternos edificios de estilo ruso, pequeñas y
encantadoras ciudades y, en su capital, una gran cantidad de lugares por donde
perderse y sentir la esencia de un país tan discreto como escondido.
El
castillo de Mir es la esencia de la capital, Minsk, y todo un orgullo para los
bielorrusos. Viajar a Bielorrusia y visitar
este conjunto arquitectónico que ya ha cumplido seis siglos es una parada
obligada. De estilo gótico, el castillo de Mir es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde el año 2000 y es, en
la actualidad, uno de los grandes castillos de la vieja Europa mejor
conservados.
La misteriosa historia del
castillo de Mir
Visitar
el castillo de Mir es desplazarse a la provincia bielorrusa de Karelichy, en el
centro del país, y se encuentra a tan solo 29 km de otro castillo igualmente
tan valorado como es el de Nesvizh. Mezcla
dos estilos, el gótico y el renacentista ya que cien años después de su
construcción cambio a manos de Mikołaj Krzysztof Radziwiłł llamado el huérfano,
quien terminó de construirlo con este estilo.
El
castillo de Mir es un gran palacio de
color rojizo compuesto por tres plantas junto a los muros este y norte del
castillo. Sus fachadas están pulidas en yeso y decoradas con portales de
caliza, placas, balcones y porches. Sin embargo, los grandes conflictos
sucedidos durante la edad moderna en el país, hicieron que este cayera en
desuso y abandonado siendo profundamente dañado
durante las batallas napoleónicas.
Durante
el siglo XIX, este espectacular castillo pasó a manos de diferentes
personalidades aristrocráticas bielorrusas, como Stefania Radziwiłł y su marido
Ludwig zu Sayn-Wittgenstein-Berleburg, cuando a la muerte de ambos fue su hija,
María, casada con el príncipe Chlodwig de Hohenlohe-Schillingsfürst quien lo
heredó. A finales de dicho siglo fue reformado y vendido al clan de los
Bialynia.
Sin
embargo, la llegada de la II Guerra
Mundial empujó al Castillo a las manos de los nazis que lo utilizó como centro
de reclusión de la población judía local. En 1939, después de la adhesión
de Bielorrusia a la Unión Soviética, el castillo de Mir fue nacionalizado y
tras la independencia del país, pasó a manos privadas y, de nuevo, en manos del
gobierno quien lo gestiono.
Tras sus muros se esconden
diferentes leyendas, como la leyenda de los soldados.
Esta asegura que, cuando se procedió a su restauración, se encontraron dos
esqueletos de soldados juntos y en la medianoche del Año Nuevo se puedes escuchar
el tintineo de espadas y sus gemidos.
También,
la leyenda del toro. Y es que se cree que en la pared sur del castillo
supuestamente se encuentra encerrada la cabeza de una bestia de carga. O la
leyenda del jardín, donde se cuenta que en el lado izquierdo del castillo se
encontraba un jardín que fue derribado para dar lugar a un estanque. El
príncipe difunto se enfadó y condenó al lugar a presenciar la muerte de alguien
cada año, por árbol talado.
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