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sábado, 12 de mayo de 2018

Las leyendas del castillo de Mir en Bielorrusia




Histórica nación amiga de Rusia, al contrario que Ucrania y su eterna vocación pro-Occidente, Bielorrusia es hoy en día la viva imagen de la Europa más comunista, conservadora y de arraigadas raíces prorrusas que la convierten, sin embargo, en todo un país por descubrir y alejada a su vez de los grandes circuitos turísticos internacionales.

Sin embargo, en este país se encuentra muchos atractivos y sorpresas que merecen la pena descubrir. Inmensos lagos, eternos edificios de estilo ruso, pequeñas y encantadoras ciudades y, en su capital, una gran cantidad de lugares por donde perderse y sentir la esencia de un país tan discreto como escondido. 

El castillo de Mir es la esencia de la capital, Minsk, y todo un orgullo para los bielorrusos. Viajar a Bielorrusia y visitar este conjunto arquitectónico que ya ha cumplido seis siglos es una parada obligada. De estilo gótico, el castillo de Mir es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde el año 2000 y es, en la actualidad, uno de los grandes castillos de la vieja Europa mejor conservados.


La misteriosa historia del castillo de Mir

Visitar el castillo de Mir es desplazarse a la provincia bielorrusa de Karelichy, en el centro del país, y se encuentra a tan solo 29 km de otro castillo igualmente tan valorado como es el de Nesvizh. Mezcla dos estilos, el gótico y el renacentista ya que cien años después de su construcción cambio a manos de Mikołaj Krzysztof Radziwiłł llamado el huérfano, quien terminó de construirlo con este estilo.

El castillo de Mir es un gran palacio de color rojizo compuesto por tres plantas junto a los muros este y norte del castillo. Sus fachadas están pulidas en yeso y decoradas con portales de caliza, placas, balcones y porches. Sin embargo, los grandes conflictos sucedidos durante la edad moderna en el país, hicieron que este cayera en desuso y abandonado siendo profundamente dañado durante las batallas napoleónicas.

Durante el siglo XIX, este espectacular castillo pasó a manos de diferentes personalidades aristrocráticas bielorrusas, como Stefania Radziwiłł y su marido Ludwig zu Sayn-Wittgenstein-Berleburg, cuando a la muerte de ambos fue su hija, María, casada con el príncipe Chlodwig de Hohenlohe-Schillingsfürst quien lo heredó. A finales de dicho siglo fue reformado y vendido al clan de los Bialynia.

Sin embargo, la llegada de la II Guerra Mundial empujó al Castillo a las manos de los nazis que lo utilizó como centro de reclusión de la población judía local. En 1939, después de la adhesión de Bielorrusia a la Unión Soviética, el castillo de Mir fue nacionalizado y tras la independencia del país, pasó a manos privadas y, de nuevo, en manos del gobierno quien lo gestiono.

Tras sus muros se esconden diferentes leyendas, como la leyenda de los soldados. Esta asegura que, cuando se procedió a su restauración, se encontraron dos esqueletos de soldados juntos y en la medianoche del Año Nuevo se puedes escuchar el tintineo de espadas y sus gemidos. 

También, la leyenda del toro. Y es que se cree que en la pared sur del castillo supuestamente se encuentra encerrada la cabeza de una bestia de carga. O la leyenda del jardín, donde se cuenta que en el lado izquierdo del castillo se encontraba un jardín que fue derribado para dar lugar a un estanque. El príncipe difunto se enfadó y condenó al lugar a presenciar la muerte de alguien cada año, por árbol talado.

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